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Aquí
estamos según lo convenido; son las 5:45 de la tarde, es lunes y a pesar de que
acordamos no terminar peleados el día y resolver los conflictos, vos dispusiste
que, frente a frente, a esta hora y en este día lo habláramos. -
Dejaste pasar dos días sin dar
señales de vida. Obvio.
Ahora en este cubículo, en donde
estamos solos, con este olor a néctar que inunda el ambiente.
- Son las flores-
Ja ja já.
Tratas de contentarme con flores
como siempre.
No veo las típicas bicolores que me
dabas, que según vos significan felicidad. Las últimas que me diste traían
adjunta esa nota ridícula que decía: “no me la dabas como un adiós” ¡Que
hipócrita!
- Mirá, quiero
hablar yo primero sin interrupción-
Si, si, si, escucha o mira es lo
mismo, vos me entendés. Deja de corregirme en todo, te crees perfecto y no lo
sos.
Primero que nada, quiero que sepas
que me tenés encachimbada. ¿Cómo es posible que no decís nada y te desapareces?
Y no me refutes que se me van las ideas. ¡Ashhhh…me frustra!
- Hoy te diré todo-
Si te lastiman mis palabras no me
importa. Porque si esto es una despedida, lo haré sin guardar nada.
Es tanto lo que quiero decirte, que
las palabras se obstruyen en mi cabeza. Por cierto, que camisa más ridícula la
que estas usando. La que te regalé y pedí que te pusieras aquella tarde de
verano nunca la usaste. Seguro la regalaste a Miguel, el chungo de la esquina,
amigo tuyo.
-
He
tratado hasta la saciedad de arreglarlo y solo he recibido desprecio y
antipatía, aun así, desligué mi poco orgullo y te escribí, te llamé y el
silencio fue el reparo que vino de tu parte-
Admito que me encantaba que me consintieras,
no tenía la necesidad de pedir algo dos veces. Era algo lindo tuyo. Pero ese no
es el tema ahora. Las salidas a comer eran siempre divinas. Conocí un mundo
diferente de sapidez gastronómico. Lo admito. Aunque el sushi es asqueroso.
-
Pero lo único que pedí fue tiempo. Tiempo que
no llegó. -
Yo me alimento de palabras como las
plantas. Y si tus palabras me hieren me seco, sin importar cuanto inviertas en
agua o abono. Hablamos dos lenguas distintas.
-
¡Te
odio! -
Odio que me hayas dejado y ahora
aparezcas como si nada. Tranquilo, sereno, reticente. Hasta en eso te crees
superior. Enmudeces y me ignoras.
-
¡RESPONDEMEEEEEEE!
-
Recuerdo la primera vez que tomé tu
mano, tibia y trémula. Acariciabas mi cabello, tanto que se frisó. Ahora, tus manos heladas y rígidas que ni
siquiera me permiten entrelazarlas.
-
¿Qué
te pasa? ¿Ya ni te provoco nada? He subido de peso y ni eso has notado.
Perdón por amarte tanto y que no sea
suficiente. Porque cuando las cosas abundan carecen de sentido. Se que me
amaste a tu manera y tus detalles nunca fueron suficiente. Talvez a mí solo me
llenaban las palabras, aquellas palabras que tanta falta me hicieron de niña.
-
¡Déjenme!
Que estas lagrimas no es porque
duela tu partida, pues hace tiempo que te fuiste. Son de rabias porque ya no
estás.
-
¿Sabes?
mi vida seguirá sin ti.
Eres tan egoísta, que inerte en este
féretro de caoba no dices nada y dices todo.
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