El Astillero

"Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias."

-Mario Vargas Llosa-



Como si fuera ayer.

BYRON ROSTRAN ARGEÑAL
Oct/12/2018.
(Escrito originalmente: 01 de marzo de 2009, modificado en fechas para esta publicación).


La única foto juntas (1961).
A mi madre, Rosario Argeñal (1951) y a mi abuela María Leoncia Argeñal (1929-1962).


56 años de fallecida una mujer que solo vivió en un cuerpo humano 33 años. Una mujer la cual me hubiese encantado conocer, hablarle y sobre todo haberme criado en el regazo de su compañía. Faltaban 18 años para que yo naciera, así que era algo imposible de pasar, algo muy lejos de la realidad. Esa mujer dejó una hija de once años, una niña que por 56 años cuando llega ese lóbrego 12 de octubre, la recuerda como si fuera ayer; y sus lágrimas se dejan ver. Lágrimas que sólo son una pequeña expresión del alma. Lágrimas que representan el dolor que hay en un corazón que a palpitado por tanto tiempo.

¿Qué pasaba en la mente de una niña que se quedaba sola en la vida? ¿Cómo enfrentaría una vida entre familiares? ¿Qué tanto podía crear en su interior alguien sin padre y sin madre? ¿Por qué ese asesino alado de Tánatos, ese súbdito de Hades le arrebató a lo que más amaba? ¿Quién era Él para dar la orden a Las Parcas de cortar el hilo de la vida? ¿Qué se creía Keres para decidir la hora final?

Esa niña ahora tiene 67 años y para mi es la mujer más valiente del mundo, una mujer que admiro y amo. La mujer que Dios me dio para que fuera mi madre. Y aunque no conocí a mi abuela María Leoncia, ahora con mi madre puedo ver más que lluvias de amor y educación, más que una personificación de lo que fue ella. Realmente hay algo que nunca podrán borrar los descendientes de La Noche y Erebo.

Suena duro decirlo —pero a la vez viendo más allá—, quiero pensar que: “once años bastaron para que mi abuela imprimiera tantos valores a mi madre”. Aun ahora a mi edad y aun con todo el cúmulo de experiencias que parecen hacerme indiviso; aun ahora, me hacen falta sus consejos y su voz, aun ahora me hace falta su valor.

Gracias Dios por cuidarla y estar pendiente de ella todo este tiempo. Usted es justo y siempre lo será.


“Mi alma palpita no solo el día de las madres”.

Las 10 aptitudes laborales más valoradas por las empresas.


28 de mayo de 2018

¿Te consideras un profesional completo? Conoce cuáles son las aptitudes que más valoran las empresas a la hora de contratar personal.


El mercado laboral es cada vez más exigente y las empresas deben demandar a sus empleados nuevas habilidades para contribuir al crecimiento de la organización. A la hora de buscar empleo, nos preocupamos mucho por la presentación de nuestro currículum, preguntándonos si nuestras aptitudes serán las adecuadas como para despertar el interés en agendar una entrevista personal. Pero descuida, a continuación, te ofrecemos las 10 características que debe tener un empleado para triunfar en su trabajo.


1. Manejar idiomas

En un mundo globalizado y gracias a los medios de comunicación, las empresas se instalan cada vez más en diferentes países con el fin de abaratar los costos de producción. Las multinacionales han tomado un papel importante en el comercio y el flujo de importaciones y exportaciones va en un aumentado constante. Esto hace que el conocimiento de idiomas sea una cualidad de mucho peso a la hora de evaluar a los candidatos.
2. Capacidad de adaptación
La tolerancia y adaptación a los cambios es una característica muy valorada por los reclutadores. Permite una mejor integración y un mejor relacionamiento en los equipos de trabajo, clientes y proveedores. Esto hace que el ambiente laboral contribuya al correcto desempeño de los trabajadores y se refleje en la productividad de la empresa.
3. Lealtad
La conducta de los empleados en una empresa es fundamental para lograr códigos de buena conducta dentro de una organización.
4. Ser polivalente
Tener un buen desempeño en diferentes áreas es un complemento ideal para un empleado. Contar con habilidades en diferentes campos hará que abarques más fases dentro del proceso de producción.
5. Poseer habilidades financieras y en el ámbito contable
El manejo de habilidades financieras como administración y contabilidad es una cualidad cada vez más buscada en el mercado. Actualmente, existe mayor demanda que oferta en este sector.
6. Proactividad
La iniciativa de desarrollar proyectos creativos, siempre rodeándose de un halo de positividad y optimismo es una cualidad que cada vez se encuentra menos en el mercado. Los empleados generalmente buscan completar su jornada laboral diaria sin considerar su crecimiento personal. Las organizaciones consideran la proactividad como muy positiva, ya que deja ver el espíritu emprendedor de las personas.
7. Capacidad de trabajo
Un empleado que concentre sus energías en sus tareas y que las lleve a cabo de la forma correcta es cada vez más difícil de conseguir. La buena disposición y una personalidad dócil es una cualidad que te hará crecer tanto en el ámbito profesional como en el personal.
8. Capacidad de negociación
La capacidad para alcanzar negociaciones y mejorar las condiciones de costo y beneficio tienen que ver principalmente con la personalidad del trabajador y no tanto con su formación académica. El reclutador analizará estas características que son casi tan importantes como los estudios que haya realizado.
9. Capacidad de innovación
Los perfiles orientados a la investigación y el desarrollo están muy demandados en el sector industrial y farmacéutico en donde la innovación es determinante para el crecimiento. Además, requieren un trabajo minucioso.
10. Buen relacionamiento
El buen relacionamiento entre empleados es una característica de gran importancia. Los trabajos en equipo son importantes dentro de una empresa considerando que contribuye a una comunicación fluida y un alto nivel de trabajo en equipo. Las relaciones con clientes y proveedores también se ven beneficiadas con un trabajador con buenas aptitudes para las relaciones sociales.

Fuente: Shutterstock

El miliciano.

BYRON ROSTRAN ARGEÑAL
Ene, 18, 2018.


Un inválido daba pasos milimetrados extendiendo su mano y pidiendo una ayuda económica para poder comer, eso decía. No lo reconocí a primera vista. Lo vi en los alrededores del Centro Comercial en Managua mientras me encontraba sentado en una banca no sé por qué. Los huesos de su cara sobresalían como una prótesis, estaba envejecido, era un cadáver sin una pierna. Me quedó viendo fijamente a los ojos o por lo menos eso creí, fue como si él pudiera ver a todos o a todo, pero sin ver nada específico. Igual que esas personas que por diversos problemas o situaciones en sus vidas, su mirada los delata. No descifran más que manchas humanas sin forma, colores invertidos en efecto porsterize.

Su aspecto era de un total mendigo que pedía un “peso” —una moneda—, la señal era con su dedo índice. Le hacían falta los dientes delanteros y los pocos apreciables —los laterales—, eran de un tono sepia. Busqué su nombre cerrando mis ojos fuertemente, obligué a mi mente a verlo casi treinta años atrás mientras pasaba frente a mi casa, la casa de mi niñez, vestido de piricuaco (el famoso uniforme verdeolivo de los soldados), empuñando un rifle con la bandera rojinegra amarrada en la punta. Sí, era él. ¿Qué hacía aquí?, o más bien ¿todavía estaba vivo? ¿Se acordaría de mí?, seguro que no. Tuve intenciones de hablarle, decirle que lo conocía o que creía conocerlo. Que quizás recordaba pasar por una calle a cientos de kilómetros de aquí. Pensé en invitarlo a comer o escuchar todo lo que había pasado, que yo era muy chico, pero me acordaba de muchas cosas que otros no. No lo hice.

Foto de: Marcelo Montecino "Sandinista after taking the Airport, Managua, 1979

Rolando Matamoros, recordé su nombre o eso creo. O a lo mejor nunca supe su nombre y fue el que le puse. Ese era el pordiosero que se acerca, era el mismo joven militar que pasaba de vez en cuando frente a ese porche de la casa. O tal vez pasó únicamente dos veces para visitar a su madre quien vivía en la misma cuadra. Quizás fueron varias las ocasiones y no recuerdo muchas. Qué rara es la memoria: nos permite recordar lo que no hemos vivido.

Era alto y fuerte. Con un fusil café o negro, muy pesado y colgando de su hombro derecho. Tan pesado que únicamente él podía cargarlo.

Cuando tomé un fusil por primera vez fue en una exhibición masiva que hacía el Ejército Nacional al conmemorarse otro aniversario de su fundación. Fue en la Plaza de la Revolución en Managua. Era todo un espectáculo ver regado por el lugar: tanquetas, jeeps wuas, camiones de color verde oscuro, campamentos improvisados, que dentro tenían todo tipo de armamento.

En uno de esos toldos estaba un rifle parecido al que portaba Rolando, lo tomé y creí cargarlo con mucha destreza mientras varias personas pasaban o estaban de pie observándome. Otros se tomaban fotos creyendo ser verdaderos militares de esa guerra entre nicaragüenses. El rifle que me pareció coincidir era un arma soviética a la que le llamaban Fusil de asalto AK-47.  Rolando tuvo que haber tenido mucha fuerza y resistencia para cargar con ese animal metálico en combate todos los días y a toda hora, hacerlo ya parte de su cuerpo, como un brazo o una pierna.

Ese día o esa tarde de la exhibición cargué muchas armas cayendo en el mismo juego de todos, creyéndome por un instante un verdadero combatiente de la Revolución Popular Sandinista: ¡Patria libre o morir! Hasta recuerdo haber entrado en una tanqueta algo oxidada y oscura. Cuando estuve dentro no concebía la idea de cómo pudieron alcanzar con facilidad dos o tres personas en ese espacio delimitado, era tremendamente incómodo. Tuvo que haberles causado claustrofobia a más de alguno. Pensé en lo realmente difícil que fue la guerra para los miles de jóvenes —jovencitos— que tuvieron involucrados. Pero ¡qué guerra es fácil!


Mientras crecí o, mientras crecía, tuve la absurda idea que los militares eran gente de hierro o de acero, que nada les podía pasar, nada les afectaba. Eran super hombres, super máquinas de peleas. No pasaban hambre ni enfermedades, no sufrían ni lloraban. No tenían sentimientos más que el valor del patriotismo o el heroísmo que los envolvía. ¡El espíritu de la Revolución! No sé cómo vino a parar esa percepción a mi mente, creo pensar por la idea que vendió Hollywood por tantos años en la época de la Guerra Fría y la que consumíamos sobre el verdadero héroe de batalla. El tipo fuerte y rudo como Lone Wolf  (Rambo). 

Visitas dede Octubre/19/2009

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