Byron Rostran
byrostran@hotmail.com
Recientemente terminé de leer una novela que fue publicada por primera vez en 1976 por el prodigioso escritor argentino Manuel Puig (1932-1990) “El Beso de la Mujer Araña”. Es de una estructura simple e inteligente y porque no entretenida; pero un entretenimiento del bueno.
Venía de leer novelas que me quitaron la mitad del cerebro como “El Ruido y la Furia” de Faulkner y “La Casa Verde” de Vargas Llosa, así que esta novela de Puig fue un tanto digesta y lineal, pero sin caer en la mediocridad como muchas que andan por ahí.
Manuel Puig fue un escritor no muy apreciado en su momento por su declarada homosexualidad y su mundo soñador del cine y la farándula del que aparentemente estaba más interesado que el de la Literatura. El había llegado más lejos que cualquier otro escritor argentino de su generación, pero se le trataba como cualquiera.
Dicen que jamás hablaba de autores, ni títulos y cuando algún tema literario surgía en la conversación, ponía cara de aburrido y cambiaba el tema. Pero otros que lo conocieron aseguran que escribía con disciplina de hierro.
El suponía que los críticos argentinos tanto en las medios de prensa como en las universidades consideraban su obra como un artificio menor, destinado a no perdurar, sino a ser consumida y olvidada por el tiempo; el dijo una vez “Creen que soy un best-seller pasajero, no un escritor…los mismos que cavan mi tumba son los mismos que me ensalzaran”.
Ahora la crítica en unanimidad define su obra como una de las más originales que hayan aparecido en las décadas finales del siglo XX. Esta novela ha perdurado por 33 años, llevada al cine y al teatro.
Mas allá de la historia (creo que eso es secundario en una novela) ha habido características que me impresionaron en esta estructura: de pie a cabeza parece un solo diálogo, hay pequeños y muy áridos monólogos existenciales muy buenos, ausencia de una voz narradora, no hay tantos detalles, diálogos lacónicos casi intencionales y sobre todo las excelentes historias melodramáticas del cine que Martín le cuenta Manuel—y tal vez un tanto abrumador pero a la vez educativo son todas esa notas al pie de página sobre las teorías psicoanalíticas de Freud o D.J West sobre la Homosexualidad.
Esta novela es de gran calidad, a mi realmente me cautivó, toda esa simplicidad de la que Manuel Puig se sirvió para inventar la historia—todo eso basado en lo que a El le fascinaba, la tristeza de los boleros, la radio novelitas, los chismes del séptimo arte y la vida de los actores y sus películas-- sus verdaderos héroes.
Era, estar viendo en la novela al mismísimo Puig reflejado en el protagonista, uno que se inventaba una formula cinéfila para escapar momentáneamente de la esclavitud y las desagracias de este mundo. Un mundo de historias del cine que el creó y en el que vivió.
Venía de leer novelas que me quitaron la mitad del cerebro como “El Ruido y la Furia” de Faulkner y “La Casa Verde” de Vargas Llosa, así que esta novela de Puig fue un tanto digesta y lineal, pero sin caer en la mediocridad como muchas que andan por ahí.
Manuel Puig fue un escritor no muy apreciado en su momento por su declarada homosexualidad y su mundo soñador del cine y la farándula del que aparentemente estaba más interesado que el de la Literatura. El había llegado más lejos que cualquier otro escritor argentino de su generación, pero se le trataba como cualquiera.
Dicen que jamás hablaba de autores, ni títulos y cuando algún tema literario surgía en la conversación, ponía cara de aburrido y cambiaba el tema. Pero otros que lo conocieron aseguran que escribía con disciplina de hierro.
El suponía que los críticos argentinos tanto en las medios de prensa como en las universidades consideraban su obra como un artificio menor, destinado a no perdurar, sino a ser consumida y olvidada por el tiempo; el dijo una vez “Creen que soy un best-seller pasajero, no un escritor…los mismos que cavan mi tumba son los mismos que me ensalzaran”.
Ahora la crítica en unanimidad define su obra como una de las más originales que hayan aparecido en las décadas finales del siglo XX. Esta novela ha perdurado por 33 años, llevada al cine y al teatro.
Mas allá de la historia (creo que eso es secundario en una novela) ha habido características que me impresionaron en esta estructura: de pie a cabeza parece un solo diálogo, hay pequeños y muy áridos monólogos existenciales muy buenos, ausencia de una voz narradora, no hay tantos detalles, diálogos lacónicos casi intencionales y sobre todo las excelentes historias melodramáticas del cine que Martín le cuenta Manuel—y tal vez un tanto abrumador pero a la vez educativo son todas esa notas al pie de página sobre las teorías psicoanalíticas de Freud o D.J West sobre la Homosexualidad.
Esta novela es de gran calidad, a mi realmente me cautivó, toda esa simplicidad de la que Manuel Puig se sirvió para inventar la historia—todo eso basado en lo que a El le fascinaba, la tristeza de los boleros, la radio novelitas, los chismes del séptimo arte y la vida de los actores y sus películas-- sus verdaderos héroes.
Era, estar viendo en la novela al mismísimo Puig reflejado en el protagonista, uno que se inventaba una formula cinéfila para escapar momentáneamente de la esclavitud y las desagracias de este mundo. Un mundo de historias del cine que el creó y en el que vivió.
