¡ Que Incurable Tristeza!

 Por: Byron Rostran

  

José de la Cruz Mena (1874-1907)

En una soledad amarga, sufriendo los horribles dolores de su enfermedad; una enfermedad que la contrajo a los 22 años y que frustró los sueños de llegar a las escuelas de música de México y Milán. Una enfermedad que aunque destrozó su vida, no pudo quitarle el deseo de componer sus Vals.

En la época de esplendor de la ciudad de León, Nicaragua, esa que tuvo un auge cultural literario por Rubén Darío, el músico José de la Cruz Mena que empezó estudiando el cornetín con su padre Yanuario Mena y que a los 16 años ya era todo un prodigio—que al propio Alejandro Cousin, maestro musical de la Banda de los Supremos Poderes, lo impresionó cuando lo probó leyendo esos pentagramas--- es ahí donde se da a conocer este muchacho mulato y espigado que tenía un gran talento.

La historia de Mena es desgarradora. Yo la había escuchado vagamente, pero no fue hasta que leí la excelente novela biográfica-histórica del escritor e historiador nicaragüense Armando Zambrana Fonseca titulada “Ruinas, Mi Incurable Tristeza”. Pude ver, entender, conocer y porque no viajar a ese tiempo de inicio del siglo XIX de la ciudad de León y poder experimentar a través de esa paginas la vida de un gran músico.

El Bacilo de Hansen llegó a los 22 años a Mena cuando se encontraba en Honduras y gozaba de un horizonte no muy lejano, después de conocer y participar con grandes maestros europeos como Arturo Ambrogui. La famosa Lepra se encarnó en su cuerpo, esa que se caracteriza por lesiones en la piel, la ceguera, la mucosidad, picazón, la destrucción de los nervios y vísceras, sobre todo de tubérculos, manchas y ulceras….algo definitivamente asqueroso para el cuerpo humano….solo tenía 22 años.

La vida de José dela Cruz Mena fue dura, triste, lamentable, pero también fue una chispa inspiradora para muchos músicos y personas que lo conocieron y que a través de 102 años han trasmitido la excelente persona que era.

Aun con la enfermedad encima y cada día comiéndoselo, postrado en la hamaca de su viaja casa a orillas del Rio Chiquito, no dejó de componer Vals, eso éxitos como “Ruinas” o el famoso primer lugar de los Juegos Florales de 1904 “Amores de Abraham” que fue interpretado por Doña Margarita Alonso en un solo de piano. El mismo pudo presenciar la ejecución desde afuera del Teatro Metropolitano. La multitud lo pidió que aún tapándose y trastabillando con un bastón recibió la ovación.

No existe ni siquiera una fotografía de El y las que  andan por ahí, según Armando Zambrana no son autenticas, porque en es tiempo no era muy reconocido, pero sobre todo porque estuvo aislado 11 años soportando su enfermedad, sintiendo como se perdía su nariz, sus ojos, sus orejas, sus partes…y como su piel se convertía en llagas que destilaban hedor. Se convirtió en alguien, según dicen que con verlo daban ganas de llorar. 

Y aunque sus sueños se truncaron y solo estuvo 33 años en vida, su legado está a través  de sus Vals siempre entre nosotros.