El Astillero

"Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias."

-Mario Vargas Llosa-



Te cambió la cara

BYRON ROSTRAN ARGEÑAL
Mayo,01,2019.

En alguna ocasión no hace poco tiempo, alguien me dijo, mientras conversábamos sobre la gente un poco amargada, que era responsabilidad de toda persona tener o no un rostro tenso. Explicándome que no era en sí las circunstancias de la vida o de lo que nos afectaba, sino de cómo enfrentamos todo eso. Hay personas que tienen la cara ajada y dura como de pocos amigos, rostros impenetrables, me aseguraba. No son dignas arrugas de vejez o de su duro trabajo a través de la vida. Tener un rostro amargado es responsabilidad de cada uno, insistía. No trato de decirte que uno debe andar con una sonrisa siempre (¡y por qué no!, le sobresaltó esa idea), pero la suavidad refleja tranquilidad y paz. Tranquilidad en todas las diferentes situaciones y paz, que tiene que ver con la conexión espiritual, concluyó.




Pasaba unos días conociendo algunas ciudades de Bosnia y Herzegovina, en Europa, este pasado mes de abril; y cuando me perdía en el tiempo y en sus calles apreciaba restos de la guerra que hubo a inicios de los años noventa, la denominada Guerra de los Balcanes. La guerra de Bosnia fue un conflicto internacional que se desarrolló entre al año de 1992 a 1995. Fue causada por una compleja combinación de factores políticos y religiosos: exaltación nacionalista, crisis política, social y de seguridad que siguieron al final de la Guerra fría y la caída del comunismo en la antigua Yugoslavia. Miles de víctimas en muertes y exilio. Yo recuerdo esas noticias en los canales de televisión cuando yo rondaba los 12 o 13 años. Todavía los lugareños cuentan historias muy particulares de esa época, tan vívidas en sus bocas. Era fascinante estar ahí y escuchar de ellos mismos cosas que pasaron con seguridad. Sobre todo, de los más adultos.




Algunas casas y calles contienen rasgos de esas balas perdidas o detonaciones de bombas. Imaginaba cuando caminaba, estar pasando por las huellas de las botas de soldados o de personas que corrían llorando, buscando como desplazarse mientras huían. Fue una experiencia completamente diferente a las que he vivido en estos viajes. En esos días conocí a muchas personas con las que compartí el propósito de ese viaje, algo así como de encontrar paz interior y valorar el verdadero significado de Semana Santa, y fue más que eso sin duda.

Era el miércoles por la tarde cuando caminaba en los campos traseros de Župna crkva sv. Jakova, entre tanta gente devota; una señora de unos sesenta años, creo, se acercó y me entrelazó con sus brazos. Me sorprendió sin temor, pero no la aparte, creo haberle sonreído, aunque no la identificaba como conocida. Caminamos unos segundos mientras un gélido viento acariciaba todo el lugar. Me sonrió y sin ninguna introducción me dijo: “Te cambió la cara, hijo”. ¿Sí?, le respondí. Sí, me aseguró. En comparación con tu rostro del primer día. ¿En serio?, me defendí. Le había dado tiempo de comparar su primera impresión con la de ahora, pensé (realmente se había fijado en mí o simplemente fue toda una pequeña coincidencia). Ahora se te dibuja una sonrisa de oreja a oreja, me lo decía con cariño. No es que venías triste o serio, hizo una pausa; pero tu cara es otra. Simplemente te cambió, me lo decía fijamente. Le sonreí y la abracé fuerte, creo haberlo hecho con mucha sinceridad y agradecimiento. Si me preguntan, creo que no la volví a ver, aunque la busqué en los siguientes días con diligencia. Suelo olvidar nombres, lo reconozco, pero nunca olvido un rostro, aunque solo por una vez lo haya visto. No traté de analizar lo que me había dicho, simplemente lo disfruté y creí. 


Esa tarde caminé a propósito en solitario por los bellos campos, los altos pinos y la grama verde de ese lugar, sonriendo intencionalmente a todo mi alrededor. A lo mejor sintiéndome agradecido. 
Pensaba que, así como en los lugares de Bosnia y Herzegovina donde caminaba, reflejaban estragos de la guerra, también estos manifestaban mucha paz y seguridad. Un país que, aunque pasó años de mucho dolor y sufrimiento, se ha convertido en un país que atrae a mucha gente por su amabilidad y devoción. Incluso si uno camina hasta muy tarde en la noche, la confianza que existe es inexplicable. Los negocios dejan sus muebles, vitrinas, mesas, afuera y sin ninguna extrema seguridad.

Este país me dibujó una enorme sonrisa desde muy dentro. Un lugar donde uno que llega sale queriendo dar mucho amor.

Repetí el gesto que esa bella dama hizo conmigo. 

Me acerqué y tomé de los brazos a este país, seguramente él no me reconoció como a uno de sus conocidos, pero no me apartó. Así que le dije: “Te cambió la cara”. Y Bosnia, me sonrió.

Visitas dede Octubre/19/2009

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