El Astillero

"Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias."

-Mario Vargas Llosa-



Yo lo asesiné


EL Guardián | 1993-2007

Yo lo asesiné


BYRON ROSTRAN ARGEÑAL 10 ENE 2013


Soy poco a jugar con los animales, en especial con los perros, no me gustan ni tengo la intención de tener uno, o mejor dicho, no volver a tener uno. Por catorce años tuve un perro, un amigo que me esperaba siempre al llegar a casa; alguien al que le gustaba comer cerca de mí y hasta en ocasiones hablábamos, a veces en mi idioma y otras en el suyo —yo tenía acento en su lenguaje no lo hablaba bien—. Creo que lo quise con todo mi corazón, sin duda; a lo mejor esa medida de amor sólo fue para él.

Intentaba jugar con el perro de mi novia estos días, Lucky, y me hizo recordarlo. Hace exactamente seis años hice una cosa terrible, que por supuesto ya lo superé, pero en su momento me perturbaba ese hecho. Tuve sueños o más bien pesadillas, muchas palpitaciones del corazón y otros efectos de culpa. Yo tenía 13 años cuando llegó a mi casa; mezcla de pastor alemán, algo güerito, bravo y con mucha energía. No sé por qué ahora pienso en que  él demostró verdadera amistad y yo no.

 A inicios del 2007, El Guardián, ya estaba viejo, enfermo y cansado, su edad canina andaba entre 95–110 años. Ya no comía, se caía al caminar —sus propios huesos le eran ya inservibles—, y su figura extremadamente escuálida distaba de su robusto cuerpo de jóven.

Debo confesar que lloré al aceptar esa condición en la que se encontraba. No me di cuenta en qué momento envejeció —creo que a veces tengo una leve desesperación en creer que no le he llevado su comida—. Ahora lo pienso, cuando me acompañaba en mis meditaciones, sentado en la grada de mi cuarto yo pasaba horas y él, siempre a mis pies. Era como si supiera que debía estar conmigo, como si yo lo necesitaba en ese instante, aunque hablara poco o no dijera una sola palabra, su silencio su compañía bastaba; él lo sabía.

La última noche que pasé junto a él en su agonía, intenté alimentarlo con mi propia mano en su boca y por supuesto la rechazó, ya no tenía fuerzas. Pensé que al amanecer no lo encontraría con vida: Es mejor así! Qué sólo duerma para no despertar más. Al verlo con apenas una tenue señal de vida, decidí que debía actuar. No escogí la mejor forma para hacerlo —me parece que no tenía dinero para comprar un frasco letal, o a lo mejor pensé que el frasco del veneno era muy caro—.

Fue una soga en la rama del palo de limón, en el patio de la casa, no pesaba casi nada y como el falso amigo que siempre fui, jalé el mecate y le di la espalda mientras él trataba de moverse sin entender lo que pasaba. Temblé mucho, de miedo. Sentí por primera vez o por esa vez, que ese perro que por mucho tiempo lo llamé “Guardián”, era una persona o por lo menos, le quedaron rasgos humanos en su travesía por este planeta.

Lo más triste o dramático es que, ni una foto tengo de él o con él, ni una o ninguna, en catorce años. Realmente el Guardián fue mi amigo, fue sincero y nunca reveló todos los secretos que le confesé.

Lo que me consoló por este tiempo: Quién mejor que yo en llevar la culpa de haberlo ejecutado.

En un sueño me dijo:

“Tranquilo amigo, yo estaba enfermo y ya nada se podía hacer. No te culpés, de hecho no me dio dolor estar colgado, quizás me incomodó un poco la cuerda en mi cuello. Si hay alguien que debía hacerlo, vos eras el  indicado.
Te quiero”.

Después de eso no lo he vuelto a ver: ni en sueños ni en otros perros; quizás únicamente en vagos recuerdos, hasta estoy olvidando su idioma, aunque su sonrisa siempre la tengo presente.

Visitas dede Octubre/19/2009

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