Charla con sergio ramírez| Castigo divino
La
mesa maldita
BYRON ROSTRAN ARGEÑAL 06 AGO 2013
El pasado mes de julio, el escritor
nicaragüense Sergio Ramírez, en conmemoración de los 25 años de la publicación
de su novela “Castigo divino”
(1988), Premio Dashiell Hammett 1990,
se reunió con unos diez jóvenes en un café de la capital en Nicaragua, esto,
para charlar sobre la novela. Surgió como parte de una dinámica de preguntas
promovida en su página de facebook.
Entre esos ganadores, fui seleccionado por segunda vez o por segundo año
consecutivo (debo agradecer su amabilidad por escoger mis respuestas entre
cientos).
Compartir mesa con este escritor es
sin duda toda una experiencia. Aunque siempre estoy pendiente de sus
entrevistas o sus reportajes, termino sorprendido como la primera vez que lo
escuché hablar. Su manera de responder a cada pregunta —la que se le formule—, es
como si estuviera arrogando toda una gama de literatura y experiencia de esos años
aprendidos y vividos, respuestas disfrazadas de sencillez y comprensión para
cualquier interlocutor. Cada vez que lo escucho me da la impresión como si en
ese preciso momento elaborara un perfecto relato. Va tomando de su vida, de la
de otros, de su entorno, de situaciones que quizás pasaron de largo, pero igual
las toma, y en cada frase teje toda una sustentación de hechos y momentos inolvidables.
Sin duda, un narrador nato. Su presencia es de una persona informada con todo
lo que pasa a su alrededor. Estar cerca de él, es estar en primera fila de las
letras.
Sergio Ramírez también es un gran
promotor cultural, y aunque siempre está en constante participación en
actividades nacionales e internacionales, lo veo más que dispuesto a dar de su
tiempo y conocimiento. Como esto: reunirse con chavalos lectores ansiosos por
saber más del mundo de la literatura.
Mientras transcurría ese momento
entre: libros, palabras, bocadillos y jugos, ahí reunidos, se convirtió —nos
convertimos—, en la verdadera “Mesa
maldita”, lugar adonde concurrían los personajes de la novela, para hablar
sobre el caso Castañeda, era el otro
tribunal.
En las dos ocasiones que he participado de estos conversatorios, aparte del gran placer de compartir con el doctor escritor
y obtener sus libros autografiados, me he sentido más que honrado por conocer y
formar buenos amigos de este mundo, amantes de la literatura, constantes
lectores y secretos escritores; gente que seguiré viendo, que cuando les
estreche la mano o con un ademán nos saludemos, recordaré ese café, recordaré a
Sergio, recordaré esa mesa.